Desde que Víctor Scheinmann desarrolló el primer brazo rotobizado en 1969, ingenieros y científicos dividen la evolución de la robótica, hasta el momento, en cuatro generaciones:
Robots de primera generación
Robots manipuladores «pick-and-place». Un robot de primera generación es el típico brazo mecánico destinado a la manipulación. Estas máquinas tienen la capacidad de realizar movimientos precisos a gran velocidad con una secuencia fija o variable, según el tipo. Los robots de primera generación pueden trabajar en grupo, como en un sistema integrado de fabricación automatizada (AIMS), si sus acciones están sincronizadas.
Los robots de primera generación sirven como auxiliares de máquinas industriales y se emplazan en una base fija. Como son aparatos básicos, su funcionamiento necesita supervisión constante: si se desajustan y continúan trabajando, el resultado puede ser un lote de unidades de producción defectuosas.
Segunda generación
Robots que aprenden. Un robot de segunda generación tiene una inteligencia rudimentaria y la capacidad de aprender. Estos dispositivos se desarrollan en años 80, y se distinguen de los anteriores por el manejo mediante servocontrol y la incorporación de sensores que que aportan información del entorno: sensores táctiles, de presión de proximidad, sistemas de visión, radar, sonar, etc.
Un programador ajusta el funcionamiento del robot (mediante un joystick o moviendo manualmente el brazo del dispositivo) en una secuencia determinada, y la máquina aprende los movimientos mediante los datos que recibe a través de sus sensores. La sensorización implica retroalimentación y que el robot pueda verificar el resultado del trabajo: se minimiza el riesgo de seguir produciendo unidades defectuosas en caso de fallo.
Los robots de segunda generación tienen la capacidad de desplazarse por una vía fija y mantenerse sincronizados entre sí. En esta categoría se encuadran los robots industriales para trabajos de soldaduras, pintura con espray o inyección de plásticos. Los robots de 2ª generación no necesitan supervisión constante de un operador humano, salvo las revisiones periódicas que requiere cualquier maquinaria.
Tercera generación
Robots con control sensorizado. También llamados AGV (Automatic Guided Vehicles): incorporan sensores táctiles y visuales, control mediante servomecanismos de precisión y movimiento auto guiado.
Desarrollados desde finales de años 80 y en los 90, los robots de tercera generación son programables y autónomos: contienen su propio controlador y ejecutan tareas (en gran medida) sin supervisión, ya sea de un ordenador externo o de un ser humano. Este control, de tipo lazo cerrado, permite que el robot sepa reconocer y adaptarse a su entorno para poder trabajar por sí mismo.
Cuarta generación
Robots inteligentes. Los robots de 4ª generación se desarrollan a finales del siglo XX y se distinguen porque, además de adaptarse al entorno, son capaces de aprender de él y tomar decisiones inmediatas.
Similares en concepto a los de la 3ª generación, incorporan mayor número de sensores y usan inteligencia Artificial (AI) e Internet de las cosas (IoT). El uso de ambas tecnologías proporciona al robot un flujo de información bidireccional y en tiempo real que permite prever sus necesidades y adelantarse a ellas tomando decisiones.
Los robots de 4ª generación son capaces de realizar tareas complejas de construcción, mantenimiento y limpieza, vigilancia o asistencia del hogar. En a industria del entretenimiento destacan las mascotas artificiales y los robots humanoides.
¿Quinta generación?
Para ciertos científicos, ya estamos inmersos en la quinta generación de la robótica, mientras que otros sostienen que aún está empezando. Desde drones, hasta robots con forma humana, las máquinas de 5ª generación tendrán una inteligencia tan sofisticada que serán capaces de imitar patrones de conducta humanos e interactuar con personas.
La quinta generación de la robótica también se conoce como la generación en la que se alcance la llamada: singularidad. La singularidad es el momento en que las máquinas tengan una inteligencia artificial plena, superior e igual a la de las personas. Se considera que la conducta y el pensamiento de un robot resulta indistinguible del humano si la máquina es capaz de superar la prueba de Turing.
El pionero de la computación Alan Turing teorizó sobre un examen para determinar la capacidad de una máquina de responder preguntas como una persona. El test consiste en un breve chat vía teclado entre la máquina y un evaluador humano: si, pasados 5 minutos de conversación, el evaluador considera que se comunicó con una persona, el robot habría superado la prueba.
Queda para el campo de la teoría, e incluso de la ciencia ficción, pronosticar las consecuencias, desafíos y avances que surgirán una vez alcanzada la singularidad.